Sobre nosotros

En el año 2002 mi padre compró la Hacienda Vistahermosa con el simple propósito de plantar una viña y para mantener una vinculación con el pasado familiar. No pretendía que fuera un negocio sino simplemente una actividad que uniera a la familia entorno al vino donde las pocas botellas que se harían servirían para nuestro propio disfrute y, con suerte, también el de nuestros amigos. Hasta entonces había sido director de investigación en Domecq, y tras su desaparición, catedrático de enología en la universidad de Cádiz. Mientras tanto, desarrolló su propia asesoría enológica donde trabajaba con muchos proyectos internacionales.

Cuando la plantación empezó a dar las primeras botellas pudimos repartirlas entre amigos y familiares que, a su vez, dieron a conocer a más amigos. Sin pretenderlo, tuvimos una demanda mucho más grande de lo que pensábamos. Hace 20 años en Cádiz no había prácticamente proyectos de vinos tintos tranquilos y los cambios que se estaban dando en la gastronomía ayudaron a este rápido crecimiento. Fueron 10 años muy bonitos, el trabajo físico no nos pesaba y nunca faltaron amigos para echar una mano en vendimia.

Con el paso del tiempo, nos acabamos quedando sin sitio en la pequeña casa de Vistahermosa. Así que empezamos la construcción de una nueva bodega, que nos permitió dar un salto en el proyecto. Para nosotros era muy importante mantener el espíritu de bodega familiar, donde, aunque fuera posible visitarnos, mantendríamos nuestro concepto de granja agrícola en un proyecto global respetuoso con el medio. Así que poco a poco nos fuimos definiendo en una dirección identitaria con el territorio y su historia. Así fueron naciendo los vinos de variedades autóctonas y los jereces.

Casi 20 años más tarde seguimos trabajando con la misma ilusión, pero con la suerte de contar con más compañeros que nos han engrandecido como proyecto, lo que nos permite tener más tiempo para poder investigar en las raíces de nuestra región, y así desarrollar un concepto holístico de nuestros vinos.